Vuelvo a recordar esta entrada sobre el invierno.
Desaté tus sandalias
y te besé los pies. Fríos, estaban fríos
y hermosamente rojos de la nieve.
Tumbados junto a un fuego de encina,
entre ese olor vegetal y cálido del mundo,
oíamos a los monjes cantar salmos, muy oscuramente…
¡Tu cuerpo hermoso! ¡Cómo besé tu cuerpo,
tan blanco, dulce y fuerte, mientras te entredormías!
Tragué tu sexo entero.
No podía olvidar que caminábamos juntos, flagelantes,
hacia el perdón y hacia la penitencia…
El silencio parecía un gigante
y el rezo de los monjes el retumbe de un barco en la galerna.
No sé si me decías:
¿Estamos cerca ya del final de los tiempos?
Tu cuerpo de tan recio me parecía dulce.
Dulces fríos tus pies. Dulce tu axila.
Tu cuerpo, con el sayal subido.
Tu cuerpo erecto allí.
No sé adónde íbamos. Era el más duro invierno.
La nieve más profunda. y la voz de los monjes
retumbaba en la piedra.
La música -dijiste- la música…
Tus labios eran rosas, suavemente rojos
como tu dulce cuerpo…
Hermano mío de tiempo y penitencia.
¿Qué hacemos los dos juntos? ¿Dónde vamos?
¿Dónde nos lleva el miedo? No es la peste, no el hambre.
El viento ruge en el claustro de piedra.
Los monjes cantan en plegaria de sombra.
Estamos solos, tú y yo, hermano. Solos…
Es una Edad media interminable. Fuego ahí, en la noche oscura.
Un mendigo yace en la vereda,
aquí en pleno centro de Santiago,
y dormirá esta noche a la intemperie,
dormirá todas las noches de este invierno
apenas abrigado por periódicos,
y nosotros pasaremos a su lado cien veces
como el viento que arrasa su lecho de papeles,
como un escalofrío más en su cuerpo amoratado.
Harald Sohlberg
El vaho nos saca el frío,
y en los riscos de carne
se blonda el vello virgen
como en un sobresalto.
Tener alas ahora
sería imprescindible
para poder migrar
a esas islas vehementes
donde el azar son grados.
Túmbate sobre mí para que te sopese
y aprenda que tu abrigo
late a la par exacta que mi cuerpo tirita.
Descubre sobre mí que el calor se conserva
y argumenta una hipótesis
de esta celebración,
de este altar,
de esta tíara.
El vaho nos saca el frío,
y en los riscos de carne
se blonda el vello virgen
como en un sobresalto.
Tener alas ahora
sería imprescindible
para poder migrar
a esas islas vehementes
donde el azar son grados.
Túmbate sobre mí para que te sopese
y aprenda que tu abrigo
late a la par exacta que mi cuerpo tirita.
Descubre sobre mí que el calor se conserva
y argumenta una hipótesis
de esta celebración,
de este altar,
de esta tíara.
Santiago Rusiñol
Andrey Aranyshev
Nubes —tinta que borra a medias las colinas.
Lluvia blanca —el granizo rebota en la cubierta.
Un ventarrón terrestre barre con todo y se va.
Al pie de la torre el agua se ha vuelto cielo.
- Tinta derramada
- Su Tung-P´o -Su shih- (1036-1101) . Poeta chino.
Adolf Friedrich Erdmann von Menzel
No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.
No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.
- Cristina Peri Rossi
- (Diáspora, 1976)