Anwen Keeling
Brett Whiteley
Kazuya Akimoto
Ernst Berger
Robert Standish
Anders Zorn
Félix Vallotton
Anwen Keeling
- Venus, retorciendo su pelo triunfante,
- produce en el agua la risa estallante
- que es luz y alegría del mísero ser;
- arroja al mar luego la real cabellera,
- y el mundo recobra su gracia primera,
- y el mar tiembla y canta de inmenso placer.
- Así, por el peso vencidas las frentes,
- los brazos tendidos, los senos salientes,
- los labios que rompen de pronto a cantar,
- va el coro de diosas en naves ligeras,
- los mares rizando con las cabelleras,
- que en luces y risas los hacen temblar [...],
Salvador Rueda
Quisiera que mi vida
se cayera en la muerte,
como este chorro alto de agua bella
en el agua tendida matinal;
ondulado, brillante, sensual, alegre,
con todo el mundo diluido en él,
en gracia nítida y feliz.
Leon Auguste Perrey
Isabel Abad
- De una corona de agua, en la otra vida,
- cuando era nieve despertar y plata
- morirse poco a poco en cada mata
- de la montaña del amor mordida.
- Cuando llorar era una rosa hundida
- en la total pasión que el mar desata
- y, estrecha de esperar, fui catarata,
- de una corona de agua fui encendida.
- Y me quedé a la sombra de esa calma,
- hasta que hendiste su dorado velo
- y de aquel pozo te alejaste esquivo.
- Ya herido el ruiseñor en que no vivo,
- ¿qué más me mientes, Dios, si en ese vuelo
- perdí tormenta, azalería y alma?
- La costumbre me trae hasta tu cuerpo
- o la necesidad de los planetas.
- Esa costumbre ciega de semilla,
- la que hace descender por las gargantas
- el agua ciegamente,
- la que guía a las aves migratorias
- año tras año por la misma ruta,
- la que impulsa en algún lugar remoto
- esta brisa que ahora desordena
- tu pelo. Y sonríes,
- con costumbres de sol en su sistema.
Analisis del vientre
Aquel vientre era para ser observado con lupa,
pues bajo el cristal cada pequeño pliegue,
cada rugosidad se hacía
multiplicado labio.
El amor, demasiado brutal,
jamás repararía,
el petulante de la viril pasión
que el aire agota de un solo trago inútil
jamás repararía.
Mas nosotros, mi amiga, analicemos
con la frialdad habitual a la que sólo
el poema se presta
la difícil pasión de lo menos visible.
José Angel Valente
Samuel Granowsky
Irene Sánchez Carrón
Que pocas cosas duelen. Digamos, por ejemplo,
que se puede no amar de repente y no duele.
Duele el amor si pasa
hirviendo por las venas.
Duele la soledad,
latigazo de hielo.
El desamor no duele. Es visita esperada.
No duele el desencanto. Es tan sólo algo incómodo.
Somos así, mortales
irremediablemente,
sin duda acostumbrados
a que todo termine.
Enjeong Noh
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